El pueblo gime
lloran sus entrañas
la voz está en la sangre
más no en sus dirigentes.
Duele la bandera
pues no viven sus colores,
gobierna ajeno escudo
y el óxido sobre las astas.
Nuestro grito se ahoga en el viento
en discursos que no alcanzan las montañas
bañan la conciencia pura de los mares
o alcanzan siquiera el palacio nacional.
¿Hasta cuando el cruel silencio?
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